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Friday, May 02, 2008

Relato: Soy minero

 El móvil sonó rompiendo los sollozos que llenaban de ecos terroríficos el cementerio. Callaron las lágrimas bajo la indignación. ¿Cómo se atrevía aquel hombre a realizar su trabajo con el móvil encendido? El enterrador, rojo como la grana, rebuscaba en sus bolsillos el teléfono móvil sin encontrarlo.
 
 -Se va a despertar el abuelo -dijo el nieto quinceañero del difunto.
 
 Su hermano mayor le dio un codazo. No era momento para bromas. La abuela ponía cara de desmayo aferrada al brazo de la hija, también llorosa.
 
 Cuando el enterrador encontró el móvil, casi había finalizado el "yo soy minero" cantado por la inconfundible voz de Antonio Molina.
 
 -Venga, para adentro -dijo su compañero, siempre impaciente a la hora de sellar los nichos.
 -Espera, hombre, que esta gente tiene que despedirse del muerto.
 
 Los familiares se habían olvidado del difunto. Miraban a los enterradores con la cara de ira del cliente estafado. ¿Cómo la funeraria contrataba a un personal tan poco sensible con los difíciles momentos del adiós final?
 
 -¿No nos dan propina? -pregunta el enterrador del móvil encendido.
 -¡Queremos la hoja de reclamaciones! -explotó la anciana viuda-. Así no se trata a un muerto.
 -Mamá...
 -Yo no pago este entierro -prosiguió la anciana-. Fue un cachondeo padre. Mis esposo no merecía esto, no señor.
 
 La viuda suelta el brazo de la hija y se dirige a la salida del cementerio con paso firme, tal como le prometió en el lecho de muerte al esposo fallecido.
 
 -No lloraré después de enterrarte -le prometió-. Me centraré en mantener unida la familia.
 
 El lunes abrirán el testamento que conocen todos. La viuda teme el momento porque sabe que algunos de sus cinco hijos están descontentos con las últimas voluntades del padre. Quieren dinero. La viuda suspira cansada.
 
 -Mamá, espera -su única hija la alcanza-. En el fondo fue bonito.
 -¿Qué dices?
 -Papá fue minero. Seguro que ha disfrutado en el Cielo escuchando la canción del móvil del enterrador.
 
 La viuda se vuelve a emocionar. Recuerda al esposo joven llegando a casa tras las duras jornadas en una mina de Asturias. Nunca les faltó nada gracias a él.
 
 -No llores -le pide la hija-. A papá no le gustaría verte triste, mamá. ¿Te acuerdas cuando cantaba el "soy minero"? Lo cantaba mejor que Antonio Molina. ¡Qué voz! El carbón nunca le estropeó los pulmones.
 
 Era cierto, pensó la viuda, no fue la mina la que minó la salud del ya difunto. Fueron los hijos mayores, los disgustos, la pena. ¿Dónde andará el pequeño? No volvieron a saber de él desde que abandonó Proyecto Hombre.
 
 El enterrador pasa al lado de las dos mujeres. Una nueva llamada hace sonar el "yo soy minero".



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