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Thursday, February 26, 2009

Amando en verso

Querido diario:

Como siempre, para no variar, he vuelto a caer en desgracia. Siempre aparece alguien para quitarme el pan de la boca. Motivos me dan para odiar a la humanidad entera. Esos cabrones... Aquí lo puedo decir, este es mi blog, de aquí nadie me echa, nadie puede ir al jefe a decirle que no me pague, nadie puede darme un codazo para meter a la prima o a esa novia que conoció anteayer en una noche de botellón y rosas. Aquí mando yo. Aquí escribo lo que me sale de las narices. Aquí puedo escribir veinte posts en un día si me apetece. No soy becaria, soy la dueña de mis miserias y de la grandeza que me pisotean.

Sé que tendría que ser diplomática, ponerme una sonrisa postiza, hacerme la sueca, no romper las uñas naturales en este teclado que no es mío, aguantar. Así funciona la sociedad esta. Pero yo no funciono así. Me arde dentro la ira, llevo un incendio en el pecho desde hace meses. No perdono.

No perdono porque robar a un pobre es un pecado. No perdono porque decirle al jefe que no le paguen a un empleado es un delito. No perdono porque ir de ser libre de pecado no lo resisto.

Soy de las que no olvido una ofensa ni perdono una zancadilla. La venganza se la dejo a Dios, como siempre he hecho. Dios nunca me ha defraudado a la hora de tomar venganzas. Siempre le pasó factura a los que me hicieron la vida imposible. Más pronto o más tarde, les fue "regalando" calamidades.

No tengo prisa. Que cada palo aguante su vela. Una vez me dijeron que tenía algo de bruja. Es cierto. Mi sexto sentido nunca falla. Siempre he descubierto a los que me ponían la zancadilla, a los que me negaban un trozo de pan, a los que me robaban hasta el bocado (ganado con tanto sufrimiento) de la boca. Y siempre, como decía, le he dejado la venganza a Dios. Yo con mis miserias hago jardines. Por eso escribo tanto, por eso me dejo los dedos en un teclado que no es mío, por eso sigo y sigo y sigo.

$$$$$$$$

Me hunde el peso
de la vida en la balanza.
En un platillo yo caigo,
en el otro me levanto.

Subo las manos al techo,
bajo del techo la lámpara,
una palabra en hebreo
se cuela por mi garganta,
rebota una gallina
su blancura en mis brazos,
la leona ruge dentro
con los dientes agrietados.

Explota la selva entera,
mis dedos lloran vocales,
se acerca el demonio
a tentarme con venganzas.

Tiro la última moneda
y sale un Dios con cara.
Toca seguir poco a poco,
paso a paso, palmo a palmo.

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