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Monday, July 30, 2007

Relato: El pecado de Andrés, 3

-Tú haz lo que quieras, pero yo voy a trabajar.
-¿Dónde? Recuerda que estamos secuestrados.

Marta sacude su melena rubia. Siente asco de sí misma. Nunca resistió la suciedad. No poder lavarse el pelo todos los días es una tortura.

-Les ayudaré a detener las dunas.
-¿Eres Sansón?
-Ayuda y serás ayudado. Nuestros secuestradores van todas las mañanas a clavar hojas de palmera en las dunas. Intentan detener su avance. Yo voy a ayudarlos.

Andrés intenta disuadirla. Pueden pasar de secuestrados a esclavos. Marta no le hace caso. Se sube a la primera duna que encuentran, con un saco de hojas secas y las va colocando en en la cresta de la montaña de arena como si fueran alfileres.

-Usted también -le ordena un secuestrador.
-No me torture.
-Como quiera. Si la duna avanza hacia el pueblo, lo devorará.

Siente temblar las piernas. Intenta calmarse. La duna no parece de moverse, y aunque se mueva, él no podría impedirlo: no es Dios. Si lo fuera no estaría secuestrado.

-¿Se han puesto en contacto con nuestras familias?
-Sí, pero no pagan sus rescates.
-Mi mujer debe estar buscando el dinero. Tengan paciencia.

Es él quien no tiene paciencia. Se desespera. Intenta imaginarse a Teresa haciendo una colecta para liberarlo, pero no puede imaginársela. Teresa pide para los misioneros. Nunca pediría ayuda para rescatar un marido infiel.
-Nada.

Son esclavos. Han dejado de ser secuestrados. Andrés decide no trabajar mientras no lo obliguen.

-Podemos marchar andando -le dice Marta.
-¿Qué dices?

Mira a Marta como a una extraterrestre. Ha pasado de pintora fracasada a esclava con planes de fuga como quien cambia de acera.

-Hay un chico de Jordania que va hacia Ceuta andando. Podemos irnos con él.

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Teresa ha ido a tomar café con Araceli. No sabe qué hacer. El padre Ángel le dice que rece, su madre quiere que anule el matrimonio, su padre no opina, sus suegros siguen llorando al hijo secuestrado, la empresa de Andrés no paga rescates y ella no tiene el millón de dólares que piden los secuestradores.

-Tu madre tiene razón: Andrés te es infiel. Nunca te lo dije, pero...
-Me lo dices ahora.

Teresa suspira. Se toca la barriga. El bebé está en continuo movimiento. Se siente cansada.

-No pagues el rescate, Teresa.
-Aunque quisiera pagarlo no puedo. ¿Tu marido no me podría hacer un préstamo?
-¿Mi marido? El banco no es suyo. Sólo es el director de una sucursal.

Teresa se siente sola. Cuando tienes problemas nadie te ayuda.

Suena su móvil. Contesta.

-Tere, amor, para el rescate antes de que me hagan esclavo para toda mi vida.

La comunicación se corta. Teresa tiembla. El bebé da pataditas. Falta poco más de una semana para que nazca, y si no consigue liberar a su padre, puede que nunca lo conozca.

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