Aún recuerdo aquellas cartas
que me olían a tabaco
de tus manos masculinas
perfumadas por las farias.
Llenaba con tus misivas
los huecos de mis mañanas
alimentando los sueños
de mi vida en pedestales.
Respondías a mis versos
con párrafos apurados
entre números y cálculos.
Yo bebía tus palabras
hasta embriagar las nubes
de mis pesadillas largas.
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