Querido diario:
Generalmente se habla de musas. Mujeres que inspiran a un pintor por ejemplo. Yo he tenido un muso. Quizá debería decir que aún lo tengo porque pensar en él sigue cargándome la inspiración como si me enchufara a una batería ilimitada. Nunca me dijo que le parecían mis poesías, ni siquiera las que me ha inspirado él. Tampoco me ha comentado si le molesta ser muso de una escritora de momento anónima. Mi muso no sólo me inspira versos, se introduce en mi prosa haciéndose con uno de mis personajes masculinos más peculiar: Alejandro. Se convierte en un don Juan progre que vive de manera inusual el amor en una serie de relatos en los que mezclo viajes, humor, erotismo, intriga,... También conoce alguno de estos relatos y también desconozco su opinión al respecto.
Mi muso ha supuesto un empujón decisivo a mi literatura. He pasado de ser una trovadora de otros a una trovadora de mi misma retorciendo los personajes en el esperpento. De las decepciones sale lo mejor de una misma porque hasta de lo menos bueno hay que construir. Mi muso pasó del adiós al hola eterno.
Adán es niño, un niño grande
es dulce de tarta chocolate
vicio de mi alma embriagada.
Adán me quiere y él lo sabe
me quiere sin querer alardearlo
en silencio me lo dice con miradas.
Adán complementa mi persona
con silencios castiga mis pasiones
con travesuras sus silencios rompo.
es dulce de tarta chocolate
vicio de mi alma embriagada.
Adán me quiere y él lo sabe
me quiere sin querer alardearlo
en silencio me lo dice con miradas.
Adán complementa mi persona
con silencios castiga mis pasiones
con travesuras sus silencios rompo.
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