Querido diario:
Esta tarde iniciaré un nuevo poemario. Tengo una idea genial rondándome desde primera hora de la mañana. No será nada cara la galería sino para mí, para sacar espinas. Del siglo XXII hay que salir con elegancia.
Una vez más, será la literatura la que me quite del pozo en el que me he metido por obra y gracia mía. Intenté estos días volver a los chats, pero no, no estoy yo para conversaciones banales en la Red. Abrir el messenger me deprime. Allí tengo una lista de amigos pasados y alguno que perdura, como los árboles de hoja perenne, año tras año y milenio tras milenio intentando ver en mí a una mujer grandiosa que no existe. Entrar en el messenger es exponerse a hablar de invitaciones a café, cuándo nos vemos, el último invento de software que se le ocurrió a quien yo me sé y otros temas que ya no me interesan.
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Adán se confiesa al oráculo
le dice lo que no le agrada:
las cenas familiares abarrotadas
por primos de parentesco hermanos.
Viajarás, creyente en las cartas,
le dice la sacerdotisa romana
tu inseparable Eva te acompaña
conquistando tu paraíso amado.
Adán tira dados estrellando cielo
número para indica familiar cena
en coche sin faros de cercanías.
La sacerdotisa insiste en sus rezos:
una lotería vestida de ceros
con mucha cuantía de dinero verde
pero sigue Eva con y sin dinero.