Hace una semana que tengo una impresora en casa. Digo tengo porque no tenía. Mi experiencia con las impresoras es calamitosa. La que no se pone en huelga de tinta caída, hace disparates. Mi Lexmark X 5470 todavía no hizo ni lo uno ni lo otro.
No quería comprarla. Para imprimir me arreglo en el trabajo. Por unas cuantas páginas imprimidas gratis, la empresa no da en quiebra.
-¿No tienes impresora? -me preguntó un compañero al ver las fotos personales que caían en la bandeja.
-Soy tacaña -le confesé.
-Por cien eurillos de nada te vendo una Lexmark X 5470 nuevecita.
Cien euros no me pareció caro. Le conté mi mala experiencia con las impresoras.
-Ya recuerdo... Tú fuiste la que imprimió quinientas veces una canción de Sabina.
Me sonrojé hasta la raíz del pelo. Han pasado dos años, y mis compañeros aún recuerdan la letra de Sabina plasmada en quinientos folios que acabaron en el contenedor azul de la calle.
-La Lexmark X 5470 tiene una velocidad de impresión de 25 ppm en negro y 18 ppm en color.
-Me parece mucha velocidad. En un descuido, el trasto me imprime la Biblia en verso.
-Para imprimir fotos -continua mi compañero- es idónea. La impresión es directa gracias al lector de tarjetas que incorpora. Estas fotografías no te las sacaría con bordes.
-Yo soy un poco torpe.
-Aunque seas torpe, las fotografías te las imprime sin bordes.
Lo comprobé cuando mi compañero llegó a mi casa con la flamante impresora seminueva.
-Nadie diría que es de segunda mano -le comenté.
Javier conecto su cámara de fotos al puerto, seleccionó unas cuantas imágenes y, sin conectar la impresora al ordenador, salieron las fotografías sin borde como me había prometido.
-¿Quieres más copias?
-¿Para qué?
-Dicen que te gusta el jefe.
Casi me desmayo. Mi mano derecha estrujo la instantánea dejándola peor que las fotos con bordes, mientras con la izquierda me apoyaba en el sofá.
Mi compañero de trabajo seguía a los suyo, es decir, contándome los chismes de la oficina.
-Toma los cien euros.
Le tendí un billete que aún olía a banco. Javier lo cogió, pero en vez de darme las gracias y marchar, siguio con su pesada conversación.
-El escáner tiene una resolución de 600 x 1200 ppp.
-Gracias por la información.
-La resolución de esta Lexemark es de 4800 x 1200.
-Perfecto.
-Si tienes problemas para encontrar cartuchos, habla con el jefe. A él se los mandan de Madrid.
-¿De Madrid? -chille?-. ¿No los venden más lejos?
-Pasate por el Corte Inglés.
Me vinieron ganas de arrancarle de las manos el billete de cien que le acababa de dar como pago por un trasto con cartuchos de tinta difíciles de encontrar.
-Te imprimo otra foto.
-No, gracias.
-Ésta del jefe.
-¿Cómo tienes tantas fotos del jefe?
-¿Ves como la pantallita pone copia? Te avisa de la función que está ejecutando.
-No contestaste a mi pregunta.
-Tú tampoco. ¿Te gusta el jefe?
-Creo que sí -le confesé.
-Lo sabía.
Javier marchó dejando sobre la mesa del salón casi tantas fotografías del jefe como fotocopias saqué yo de la letra de una canción de Sabina en la oficina.
La Lexmark X 5470 me está arruinando; parece que bebe la tinta. Lo único que tiene de positivo es que no va por libre: sólo imprime las hojas que le indicas. Pero sale cara. Me estoy planteando volver a imprimir en la oficina o, directamente, liarme con el jefe para que me suba el sueldo.