Querido diario:
¿Existirá alguna vez un trocito de mundo para los solitarios como yo? Una ciudad anónima, con habitantes anónimos, robotizada, en la que las relaciones personales no sean necesarias. Yo quisiera vivir en una ciudad así. ¿Para qué quieres gente a tu alrededor? Ellos te quieren para fastidiarte. ¿Y tú? ¿Para que los quieres a ellos? Te sobran. Yo miro a mi alrededor y me sobra la gente. Me sobra la compañera insoportable que está más interesada en mi vida privada que en el trabajo a realizar. Me sobra la espabilada que grita como una descosida que está ella antes en la cola del supermercado. Me sobra ese que se me acerca ahora con una cara más larga que una autopista sin terminar a quejarse de mis pecados.
Todos se sienten dioses. Yo me siento nada.
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¿Dónde estás, Adán mío?
Oigo pasos silenciosos
de zapatillas zurcidas
sobre calcetines rotos.
¿Qué tramas silencioso?
Adivinaré tus pecados
leyendo oráculo roto
de adivinar tu futuro.
¿Me traicionas con otra?
No pienses en esa otra
que Eva sólo hay una
pues la costilla era una.
Oigo pasos silenciosos
de zapatillas zurcidas
sobre calcetines rotos.
¿Qué tramas silencioso?
Adivinaré tus pecados
leyendo oráculo roto
de adivinar tu futuro.
¿Me traicionas con otra?
No pienses en esa otra
que Eva sólo hay una
pues la costilla era una.
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