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Tuesday, November 27, 2007

Relato: La vaca apadrinada

 Pablo apadrinó una vaca. Antes apadrinaba niños del Tercer Mundo, pero dejó de hacerlo cuando saltó a los periódicos el escándalo de las ONGs.
 
 -Son unos chorizos -nos dijo el día que dejó de ser padrino de niños-. Me han estafado.
 
 Un par de semanas más tarde, Pablo volvía a ser padrino. Nos enseñó una foto de una vaca suiza.
 
 -Se llama Chona. Tenéis que venir a verla.
 -Las vacas son las culpables de la contaminación -sentenció Luisa-. Era mejor que hubieras adoptado un perro.
 
 Nuestro amigo defendió a su Chona. La contaminación por flatulencias era cosa de las vacas argentinas. Las vacas europeas, según Pablo, son muy limpias.
 
 -Chona vive en una granja del Ampurdán.
 
 Luisa se negó a conocer la vaca. Tampoco quiso probar los yogures fabricados con materia prima procedente de Chona.
 
 -Prefiero los del súper.
 -Prueba el queso y sabrás lo que es bueno.
 
 Luisa no quiso probarlo. Yo acepté un trozo.
 
 -¿Le miraste la fecha de caducidad? -preguntó Luisa.
 -El queso de Chona no caduca.
 
 Empecé a sentirme mal. Mi estómago daba vueltas.
 
 -¿Y si es una vaca loca? -seguí preguntando mi amiga-. Es mejor que vomites el queso, María. La locura de las vacas mata a los humanos.
 
 No tuvo que decirlo dos veces. Mi estómago se vació sobre el pantalón de Pablo. Un camarero corrió solícito en mi ayuda.
 
 -¿Se encuentra mal?
 -Ahora está igual que antes -contestó mi amiga por mí-. Si no llegara a vomitar, no sé que sería de ella.
 -¿De dónde han sacado esos yogures? Aquí sólo se pueden tomar productos nuestros.
 
 Pablo le explica al camarero que es padrino de una vaca.
 
 -Creo que debería ir a casa, amigo. Ese pantalón suyo da asco.
 
 El pantalón de Pablo volvió a ser víctima de la suciedad cuando lo acompañé al Ampurdán. Fuimos con su sobrino de cinco años. El niño estaba más interesado que yo en conocer a Chona.
 
 -¿Podemos quitarle nosotros la leche? -preguntó cuando vio a la blanquinegra vaca.
 
 El dueño de la granja hizo una demostración in situ sin que Chona protestara.
 
 -Yo sigo -se ofreció Pablo.
 
 Mi amigo ocupó el sitio del granjero, pero antes de que pudiera iniciar la faena, Chona hizo sus necesidades sobre su pantalón.
 
 -¡Qué cochina! -exclamó el sobrino de Pablo-. Yo no quiero nada de una vaca cochina, tío. Vamos.
 
 Pablo intentó explicarle a su sobrino que todos defecamos, sin éxito.
 
 -Tenía que hacerlo en el water -decía el niño una y otra vez.
 
 Hicimos el camino de vuelta atacados por el olor de la contaminación vacuna que se desprendía del pantalón de Pablo.
 
 -El capitalismo os ha comido el coco a todos. No sabéis apreciar los productos naturales.
 -¿Qué es el capitalismo, tío?
 -¿Qué va a ser? Pues eso. Comprar leche de supermercado, carne de supermercado, pan de supermercado, todo de supermercado.
 -Yo creo que también es capitalismo apadrinar vacas, Pablo -comenté.
 -Y apadrinar niños y fundar ONGs para hacerse rico a cuenta de los pobres, y hasta casarse es capitalismo.
 -¿No te vas a casar, tío?
 
 Pablo me miró. Supuse que recordaba el día que no acepté ser su novia.
 
 -De momento, creo que voy a seguir apadrinando vacas, hijo.



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