Querido diario:
Siempre digo que no hay mayor desprecio que la compasión. La detesto. Prefiero que me den una patada a que me digan pobrecita. Cuando te dan una patada te vienen ganas de matar al que te golpea y haces lo imposible por vengarte. En cambio, cuando te compadecen te desarman. Una forma de compasión sutil es la de esos que te dicen "esto lo haces muy bien". Mentira. Están pensando que lo haces fatal, y te lanzan la alabanza falsa para reírse de ti. Piensan que te crees Einstein porque ellos te alaban. Einstein te crees cuando miras el trabajo realizado y, tú misma dices esto me gusta, me convence. Entonces es cuando también te convences de que vives bajo la conspiración de los necios.
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La tómbola se abrió
y ¡qué alegría!
Allí estaba mi número
atado a un destino.
Me agarré al regalo
como a un salvavidas
y volando, volando,
subí por una viga.
En el tejado estaba
un ángel con linterna
haciendo un SOS
al dios de juramentos.
Le di una patada
con los zapatos nuevos
para cobrar la deuda
de una vida vieja.
Ahí te quedas, ángel,
mirando mi ascenso
de nada a cenicienta,
de criada a princesa
y siempre hacia arriba
jugando a ser reina
en un mundo que late
al son de las poetas.
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