Pablo apadrinó una vaca. Antes apadrinaba niños del Tercer Mundo, pero dejó de hacerlo cuando saltó a los periódicos el escándalo de las ONGs.
-Son unos chorizos -nos dijo el día que dejó de ser padrino de niños-. Me han estafado.
Un par de semanas más tarde, Pablo volvía a ser padrino. Nos enseñó una foto de una vaca suiza.
-Se llama Chona. Tenéis que venir a verla.
-Las vacas son las culpables de la contaminación -sentenció Luisa-. Era mejor que hubieras adoptado un perro.
Nuestro amigo defendió a su Chona. La contaminación por flatulencias era cosa de las vacas argentinas. Las vacas europeas, según Pablo, son muy limpias.
-Chona vive en una granja del Ampurdán.
Luisa se negó a conocer la vaca. Tampoco quiso probar los yogures fabricados con materia prima procedente de Chona.
-Prefiero los del súper.
-Prueba el queso y sabrás lo que es bueno.
Luisa no quiso probarlo. Yo acepté un trozo.
-¿Le miraste la fecha de caducidad? -preguntó Luisa.
-El queso de Chona no caduca.
Empecé a sentirme mal. Mi estómago daba vueltas.
-¿Y si es una vaca loca? -seguí preguntando mi amiga-. Es mejor que vomites el queso, María. La locura de las vacas mata a los humanos.
No tuvo que decirlo dos veces. Mi estómago se vació sobre el pantalón de Pablo. Un camarero corrió solícito en mi ayuda.
-¿Se encuentra mal?
-Ahora está igual que antes -contestó mi amiga por mí-. Si no llegara a vomitar, no sé que sería de ella.
-¿De dónde han sacado esos yogures? Aquí sólo se pueden tomar productos nuestros.
Pablo le explica al camarero que es padrino de una vaca.
-Creo que debería ir a casa, amigo. Ese pantalón suyo da asco.
El pantalón de Pablo volvió a ser víctima de la suciedad cuando lo acompañé al Ampurdán. Fuimos con su sobrino de cinco años. El niño estaba más interesado que yo en conocer a Chona.
-¿Podemos quitarle nosotros la leche? -preguntó cuando vio a la blanquinegra vaca.
El dueño de la granja hizo una demostración in situ sin que Chona protestara.
-Yo sigo -se ofreció Pablo.
Mi amigo ocupó el sitio del granjero, pero antes de que pudiera iniciar la faena, Chona hizo sus necesidades sobre su pantalón.
-¡Qué cochina! -exclamó el sobrino de Pablo-. Yo no quiero nada de una vaca cochina, tío. Vamos.
Pablo intentó explicarle a su sobrino que todos defecamos, sin éxito.
-Tenía que hacerlo en el water -decía el niño una y otra vez.
Hicimos el camino de vuelta atacados por el olor de la contaminación vacuna que se desprendía del pantalón de Pablo.
-El capitalismo os ha comido el coco a todos. No sabéis apreciar los productos naturales.
-¿Qué es el capitalismo, tío?
-¿Qué va a ser? Pues eso. Comprar leche de supermercado, carne de supermercado, pan de supermercado, todo de supermercado.
-Yo creo que también es capitalismo apadrinar vacas, Pablo -comenté.
-Y apadrinar niños y fundar ONGs para hacerse rico a cuenta de los pobres, y hasta casarse es capitalismo.
-¿No te vas a casar, tío?
Pablo me miró. Supuse que recordaba el día que no acepté ser su novia.
-De momento, creo que voy a seguir apadrinando vacas, hijo.
¿Chef por primera vez? - Sé un mejor Cocinillas.
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