Cuidemos la vida consagrada de Hortensia López Almán es el libro que recoge el testimonio de una monja de clausura en primera persona. Hortensia fue monja durante veinte años. En dos décadas pasó por tres conventos de los cuales sólo se sintió bien en uno. Los demás conventos de las carmelitas descalzas tenían un régimen asfixiante. Dentro de los conventos vivió una auténtica dictadura.
Así califica Hortensia el voto de obediencia. En un principio no le resultaba tan agobiante, pero acabó dándose cuente de que el voto de obediencia era una dictadura cruel. Cuando había elecciones les daban a las monjas el sobre con la papeleta dentro. Hortensia acabó por no ir a votar cuando dejó de ser novicia.
El libro es un testimonio interesante. La vida monacal es un mundo aparte. Poco o nada sabemos de lo que ocurre dentro de las paredes de los monasterios. Hortensia se queja de que las prioras se negaran a hacer reformas, dando a entender que podrían vivir mejor.
Cuidemos la vida consagrada es un libro duro. Ser monja no es un camino de rosas. Estar apartada del mundanal ruido pasa factura en la salud mental. Aquí está la petición de esta ex religiosa: es necesario acercar el tratamiento psicológico psiquiátrico a los conventos. Ella misma tuvo que recibir este tipo de tratamiento.
No es la única petición que hace a las autoridades. Pone el dedo en lo desamparadas que se ven las monjas que abandonan la clausura y el convento. Hortensia tuvo la suerte de contar con el apoyo de su familia. Apenas le dieron unos días para que su hermano la fuera a buscar. Marchó con lo puesto. No recibió ninguna ayuda por parte del Estado ni por parte de las autoridades religiosas.
Dice Hortensia en su libro que se identifica con una mujer maltratada. En la vida religiosa no hay a quien pedir ayuda. Echó en falta madres provinciales que la apoyaran. En los conventos manda la priora y las demás monjas obedecen.
Os recomiendo el libro. Cuidemos la vida consagrada de Hortensia López Almán se lee de un tirón. Dejar la vida consagrada es difícil. Te echan a la calle y te tienes que buscar la vida. De buscarse la vida sabe mucho Hortensia. Limpió casas, trabajó en tiendas. Ahora vive sola en Sevilla. No echa de menos los conventos, sobre todo dos de ellos. El convento en el que mejor estuvo tampoco lo añora. Eso sí, no se arrepiente de haber sido monja de clausura. Fue una experiencia que inició muy joven y que duro veinte años. Los mejores años de su vida los pasó encerrada en un convento. Hortensia dice rotunda que seguirá habiendo conventos. Las vocaciones religiosas se seguirán dando. Desea que las condiciones en las que vivan las nuevas monjas no sean tan dictatoriales como las que tuvo que vivir ella.
Así califica Hortensia el voto de obediencia. En un principio no le resultaba tan agobiante, pero acabó dándose cuente de que el voto de obediencia era una dictadura cruel. Cuando había elecciones les daban a las monjas el sobre con la papeleta dentro. Hortensia acabó por no ir a votar cuando dejó de ser novicia.
El libro es un testimonio interesante. La vida monacal es un mundo aparte. Poco o nada sabemos de lo que ocurre dentro de las paredes de los monasterios. Hortensia se queja de que las prioras se negaran a hacer reformas, dando a entender que podrían vivir mejor.
Cuidemos la vida consagrada es un libro duro. Ser monja no es un camino de rosas. Estar apartada del mundanal ruido pasa factura en la salud mental. Aquí está la petición de esta ex religiosa: es necesario acercar el tratamiento psicológico psiquiátrico a los conventos. Ella misma tuvo que recibir este tipo de tratamiento.
No es la única petición que hace a las autoridades. Pone el dedo en lo desamparadas que se ven las monjas que abandonan la clausura y el convento. Hortensia tuvo la suerte de contar con el apoyo de su familia. Apenas le dieron unos días para que su hermano la fuera a buscar. Marchó con lo puesto. No recibió ninguna ayuda por parte del Estado ni por parte de las autoridades religiosas.
Dice Hortensia en su libro que se identifica con una mujer maltratada. En la vida religiosa no hay a quien pedir ayuda. Echó en falta madres provinciales que la apoyaran. En los conventos manda la priora y las demás monjas obedecen.
Os recomiendo el libro. Cuidemos la vida consagrada de Hortensia López Almán se lee de un tirón. Dejar la vida consagrada es difícil. Te echan a la calle y te tienes que buscar la vida. De buscarse la vida sabe mucho Hortensia. Limpió casas, trabajó en tiendas. Ahora vive sola en Sevilla. No echa de menos los conventos, sobre todo dos de ellos. El convento en el que mejor estuvo tampoco lo añora. Eso sí, no se arrepiente de haber sido monja de clausura. Fue una experiencia que inició muy joven y que duro veinte años. Los mejores años de su vida los pasó encerrada en un convento. Hortensia dice rotunda que seguirá habiendo conventos. Las vocaciones religiosas se seguirán dando. Desea que las condiciones en las que vivan las nuevas monjas no sean tan dictatoriales como las que tuvo que vivir ella.
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