Me he dado cuenta de que estoy enferma de pena. No sé lo que quiero, lo que me gustaba me disgusta, lo que tenía se me va. Mejor no pienso porque pensar es incrementar la pena. No, no pienso. Ni siquiera me atrevo a soñar.
Quiero regresar a mi infancia, abrazar mi muñeca Pilu y decirle cuanto la quiero. Pilu era una muñeca sin nombre, rubia como el maíz que crece en los campos gallegos. Pilu tenía un vestido azul y blanco a juego con su gorrito. sus ojos eran azules (los míos verde turquesa). No hablaba, pero yo le hablaba y sabía que Pilu me escuchaba decirle lo mucho que la quería.
La abrazaría hoy si la tuviera. Abrazaría toda mi infancia sin dejar escapar un solo día. Les daría un beso a todas mis muñecas sabiéndome correspondida. Fui una niña feliz sin darme cuenta, como felices son los niños y niñas que veo jugar en el parque desde mi terraza. No los envidio. Yo tuve también columpios, juguetes, los primeros libros, un chupete. Quisiera decirles a los niños del parque que son felices, porque no se dan cuenta. Yo me di cuenta de mi infancia feliz cuando enfermé de pena.
