La vejez me llegó con dieciocho
anunciada en una cana prematura.
Le sonreí al espejo y me enseñaron
los gallos las patas del futuro.
Un dolor recorrió mi espalda
y acabó el París-Dakar en mi culo.
Alcé las cejas hacia las raíces
y surgió el campo de los surcos.
Me faltaba el código de barras
fijando el precio de mi rostro.